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Comprendiendo la Inflamación y el Dolor

Si tienes a un cliente con síntomas de dolor o molestia, con toda probabilidad un proceso inflamatorio es responsable de todo o de gran parte del problema.

La inflamación está directamente envuelta en muchas condiciones dolorosas que van desde la ciática hasta la artritis, desde el tortícolis hasta el codo de tenista, desde migrañas hasta el dolor muscular post-ejercicio. ¿Cómo es exactamente que la inflamación produce dolor?

El dolor (como la inflamación) es biológica y conductualmente necesario (ver “Comprendiendo el Proceso Inflamatorio” Massage & Bodywork, Noviembre/Diciembre 2018, página 98). El dolor protege al tejido de mayor daño, por despertar las funciones reparadoras y los mecanismos de defensa fisiológicos de nuestro sistema inmunitario.

Ambas formas de protección, la conductual y la inmunitaria, hacen sentido cuando hay peligro o daño presentes; pero ambos, el dolor y la inflamación pueden convertirse en problemáticas, si persisten de manera crónica cuando la amenaza ya no es real.

Hay que tener presente que “dolor” y “nocicepción” no son la misma cosa. Nocicepción es una señal nerviosa que indica una amenaza potencial al tejido, sea mecánica, térmica o química; dolor es la experiencia que el sistema nervioso genera como respuesta. Muchas veces, cuando el dolor de un cliente se prolonga, puede ser porque la señal nociceptiva continúa (como, por ejemplo, porque se mantiene la irritación mecánica o inflamatoria). Sin embargo, en ocasiones, el dolor también puede persistir habiendo poco o ningún daño en el tejido; y hasta hay casos en que habiendo daño o degeneración obvia, puede experimentarse poco o ningún dolor.

Mientras que la experiencia de dolor de nuestro cliente no está tan directamente relacionada con el daño al tejido como antes hubiéramos podido pensar, resulta que sí tiene una fuerte relación con sus emociones: Expectativas, miedo, contexto, memoria e influencias sociales. Todos estos factores psicosociales juegan un rol en el conjunto de la inflamación y del dolor. Un ejemplo investigado, correlaciona altos niveles de hostilidad en el paciente con el aumento en la inflamación, mientras que los marcadores de inflamación disminuyen cuando el paciente muestra el sentimiento opuesto.1

El problema es que la relación del dolor, la inflamación y los factores psicosociales es compleja y sutil: Mientras, por ejemplo, las personas deprimidas tienden a tener una respuesta inflamatoria más fuerte, el “apagar” la respuesta inflamatoria con medicamentos inmunosupresores en personas normales, puede detonar cambios anímicos depresivos. Entonces, a pesar de que el dolor, la inflamación y las emociones reactivas están íntimamente interconectadas, esta relación no es cerrada ni lineal. Mejor es describirla como diferentes modos de adaptación física, psicológica y conductual que usamos de manera variada frente a una amenaza percibida.

SISTEMA NEUROINMUNITARIO

Durante la inflamación, el sistema nervioso y el sistema inmunitario trabajan juntos.

El daño o irritación de algún tejido produce la liberación de moléculas pro-inflamatorias en el espacio intersticial (Imagen 1).

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El dolor musculo esqueletal inflama ambos, el tejido local y el cerebro. En un estudio reciente sobre el dolor de nervio ciático (Loggia et al., 2015), la inflamación no se limitó al área local del dolor en la espalda baja y pierna. Células glías (Inset) de la corteza sensorial y motora en las zonas correspondientes a las áreas adoloridas, las cuales juegan un papel clave en el sistema inmune y en el dolor crónico, respondieron con activación inflamatoria (anaranjado). Este descubrimiento tiene implicaciones terapéuticas para uso de estímulos sensoriales (como las producidas por el toque) y de movilizaciones activas por parte del cliente, al trabajar con inflamación musculo esqueletal.

Imagen de la corteza motora adaptada del trabajo artístico de Giovanni Rimasti, usada con el permiso de Joseph E. Muscolino (www.learnmuscles.com). Micrografía de células glías adaptada de H. Peluffo, L. Acarin, M. Faiz, B. Castellano, y B. González, usado bajo CCA 2.OG.

Rápidamente, la “sopa inflamatoria” excita químicamente y sensibiliza a los nervios periféricos, produciendo dolor y alterándose con este la conducta; (a la vez que se inicia toda la cascada de progresión inflamatoria discutida en al artículo anterior, Comprendiendo la Inflamación). El proceso de sensibilización al dolor es un punto en la relación del sistema nervioso y el inmunitario; La sensibilización amplifica la señal nociceptora (no solo la experiencia de dolor), tanto periféricamente, en los sensores alrededor del tejido, como centralmente, en el cordón espinal y cerebro.

Interesantemente, la sensibilización relacionada con la inflamación, no se limita al área directamente lesionada. Se han encontrado marcadores inflamatorios dentro de la raíz dorsal del ganglio nervioso del dermatoma correspondiente, al lado de la columna vertebral, en los tractos neuronales dentro del cordón espinal, y más curiosamente aún, en las células (glías) inmunitarias del córtex motor y sensor del cerebro asociadas al área del dolor (Imagen 2).2

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Una lesión en el tejido libera moléculas y células inflamatorias al ambiente intersticial que lo rodea. La “sopa inflamatoria” que resulta de esto, excita y sensibiliza los nervios sensores adyacentes, generando una señal nociceptora (detonante de dolor).

Adaptado de Donaldson 2009; Imagen cortesía de Advanced-Trainings.com

A corto plazo, esta co-inflamación neural protege inhibiendo la actividad muscular de la zona adolorida (y potencialmente lesionada). Pero si esta se prolonga, la sensibilización inflamatoria puede conducir hacia numerosos cambios neurológicos y miofasciales, incluyendo reducción de la masa muscular (en días), reducción de la resistencia a la fatiga, cambios en la velocidad de la contracción e infiltración de fibrosis y tejido graso (en semanas o meses, Imagen 3).